
La cosa es, señora, señor, y no pretendo importunarlos con esto, señora, señor, que hace ya demasiado tiempo que estamos aguantando toda esta miseria, toda esta basura que nos quieren hacer tragar desde sus diarios, desde su televisión, desde su música, desde sus palabras en los estrados y altares.
Así que ahora, señora, señor, le pediremos no se ofenda, y tal vez justamente por eso el respeto, señora, señor, en este, el momento en que le decimos que ya no más, y que cierta forma de entender al mundo llegó a su fin, y que ahora nos toca a nosotros, y que es hora de redimir el sufrimiento de todas las generaciones pasadas.
Aquí. Ahora.
Y usted se ríe, señora, señor, pero no pasará mucho tiempo antes de que estas, mis palabras, dejen de ser otra nota al pie a la historia oficial, y la luz de sus bibliotecas ardiendo nos sirva para dar calor a todos los vencidos, los humillados, los que se mueren de frío en su puerta.
Llegará un tiempo, señora, señor, en que lamentará haber sonreído ahora, cuando aún estaba a tiempo.
Que tenga dulces y burgueses sueños.
Ah si, casi lo olvido. Señora, señor.